7.6.13

Incertidumbre

Tan inestable como una balanza, tan peligrosa como cristales rotos, despiadada como el azar.

Les miras y rompes a llorar por dentro. Las lágrimas no se ven, mostrarte débil no es una opción. El llanto se ahoga entre el humo de las fotografías que todavía arden al fuego, las miradas se cruzan buscando respuestas que no tienen preguntas a las que responder.

Lanzas una moneda hacia el ocaso y en tu mano siempre cae la cruz. Antes de echarlo a suertes ya sabías que la vida nunca te sonríe, la esperanza hace tiempo que te dijo adiós y tú misma te encargaste de romper en pedazos ese pasado que ahora echas de menos.

Todos ellos perecieron bajo la sombra del error, se perdieron entre los escombros que un buen día decidió dejar la vida. Qué poseen, de qué carecen… preguntas vanas, pues hace tiempo que nada es tangible.

Cuentan que algunos han llegado a morir ahogados en su reflejo. No por pecar de ilusos, sino por demencia, por querer recuperar el brillo de sus ojos en ese océano que atrapa a sus demonios interiores. Algunos ingenuos llegaron a pensar que la realidad estaba en su espejo y que todo sería tan efímero como el tiempo que tardaran en decidir apartar sus ojos del cristal.

Se equivocaban. La tortura es permanente, el pasado es el peso en los hombros que aniquiló a un futuro incierto y que es sostenido por un presente cansado y dolido.

Pero nada de esto es apreciable. Al otro lado muestran caras maquilladas con sonrisas que duelen más que llantos. Engañar es fácil, pero mentirse a uno mismo es lacerante. Todos pintan la felicidad, pero pocos lo hacen por inspiración, la mayoría plagian lo que ven, lo que les han contado antes de irse a dormir, antes de cerrar los ojos, antes de regresar al otro lado, al que no se ve… 

ése donde solo se llora.

Ewinor

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