19.11.14

MENETYS


Carmín y marfil se tornaron censura, 
en el perfil de sus labios sellados.

Una sonrisa frustrante, 
un corazón desgarrado,
un grito sin nombre, callado.

Se escondía la última estrella,
tras su mirada distante.
Entre sus piernas, la Luna,
y algún placer delirante...

Tembalaba el pulso al rozar su mano, 
el tacto sutil de la Muerte.

El presente sabía amargo,
la sangre brotaba entre sus dientes.

Ya era tarde y estaba cansada,
y no quiso, ni pudo, salvarte...


Ewinor

13.10.14

Llámalo X

¿Por qué nos alejan las hojas, el aire? ¿Por qué nos distancia tanto eso mismo que es lo único capaz de darme la inspiración que me hace falta para encontrarte? 

Mi cabeza -o mi corazón, pues ya no sé en qué se diferencian- no deja de cuestionarse de qué manera alguien ha conseguido juntarnos de nuevo. Otro reencuentro más.

Somos como el mar y la arena de la playa que se alejan sin quererlo, poco a poco y sin darse cuenta. Hasta que al mirar atrás, un día, nos damos cuenta de que estamos a años luz de distancia. 

Por qué nos hacemos esto, si nos necesitamos la una a la otra tanto como un ave necesita sus alas para volar y sentirse libre... ¿Quién más que tú consigue calmar la tempestad cuando dentro de mí estalla una tormenta? ¿Qué manos te van a vestir mejor que las mías cuando quieras salir a bailar?

Así que ven. Vuelve. Vuelve a mí como lo haría el mar buscando una playa para descansar tras la resaca de la noche, pero sin copas de más. Vuelve conmigo, pero esta vez no te vayas, porque te necesito.

Fluye a través de mi pluma y tatúa mi piel, 
quédate conmigo y hazme libre.


Ewinor

9.10.14

Coraje

Recuerdan los valientes el sueño de lo pasado, mientras los cobardes se pudren en el abismo de la vergüenza.

La vida nunca consistió en soñar y sin embargo su esencia está en los sueños.

¿Somos ingenuos por ir tras ellos? A veces incluso llegamos a pensar que algún día llegarán a cumplirse, ¿nos convierte eso en una incompetente panda de necios?

Quizás nuestro verdadero fin sea destruir las cadenas que nos atan y dejar que la marea y los vientos nos arrastren. Sería tan fácil…

Sin embargo, a mí me asusta no ser dueña de mis decisiones, no poder ser yo en todo momento…

Escribir es un acto de rebeldía contra mí misma, ¿o es cobardía? Sea lo que sea es y es mío, como todo lo que en este rincón se encuentra.

Asumo y veo soplar los vientos de la desesperanza en las arenas, y sé que yo estoy en ellas…

Debo escribir para resolver la duda que me sostiene. He estado escribiendo para mis demonios, para aquellos que recuerdo, para aquellos que se han ido, o que se están yendo y para los que están muy adentro.

He de librar mis propias batallas, no las ajenas. 

Sólo quiero seguir llorando a mis muertos en silencio. Mis fantasmas se desvanecen en el sueño de los justos, y escribir se hace inexcusable.

Aquí están mi barca y mi bandera dispuestas para zarpar y por ahí los mares que me aventuraré a navegar.


Ewinor

13.6.14

Lust

Entraron a trompicones por la puerta de la habitación, con los labios jugando a encontrarse en la oscuridad y la ropa ya casi hecha jirones. Le sorprendió verse contra la pared y sentir su aliento en el cuello.  La luz del amanecer teñía de un rojo intenso el largo cabello donde ahora se perdían sus manos. Parecía fuego. No sabía si el calor que sentía era cosa de su pelo o es que verdaderamente le sobraba la ropa que aún llevaba puesta.

Como si le hubiese leído el pensamiento, la chica de fuego resolvió sus dudas en un abrir y cerrar de ojos. Por fin ese momento que tanto tiempo había estado esperando, sus ojos no podían creerlo. Allí estaban las dos, frente a frente y semidesnudas, admirando el cuerpo de la chica que tenían delante. Fuego y madera, los dos elementos necesarios para desencadenar un devastador incendio.

Se miró a sí misma. No sabía cuándo ni cómo había ocurrido, pero su pecho estaba lleno de carmín rojo con la forma de sus labios. Su respiración estaba tan agitada que parecía que se le iba a salir el corazón por la boca.

Con solo una mirada ambas supieron que era hora de tirar los tacones a los pies de la cama. Y en menos de lo que dura un suspiro la chica de fuego ya se encontraba encima de ella, inmovilizando sus muñecas contra el colchón. Un leve jadeo se escapó de su boca cuando notó la lengua que antes la había besado, recorriendo su pecho muy lentamente. Ésa fue la chispa que terminó por encender la cerilla. Podía hacer con ella lo que quisiera. Era suya, siempre había deseado que así fuera.

Las manos que antes la tenían inmóvil, habían sido sustituidas por cintas de terciopelo negro que ahora la ataban al enorme cabecero de la cama. La chica de fuego se desabrochaba el sujetador ante sus ojos, dejando que éste se deslizara suavemente por su blanca piel. Era demasiado cruel tener que ver eso y no poder tocar su cuerpo, el cuerpo más perfecto que jamás había visto. Podía sentirla cada vez que ella acariciaba su cuerpo con las manos, que cada vez se encontraban más abajo… hasta parar al borde de sus caderas. Sus besos en la tripa le erizaban la piel, las yemas de sus dedos se deslizaban por sus muslos, llevándose consigo la única prenda de ropa que la cubría.

Las manos volvieron con violencia a sujetar sus caderas. Los besos suaves ahora eran mordiscos que bajaban de la tripa a un punto medio entre sus manos. De nuevo la lengua quiso entrar en el juego, bajando a descubrir esa parte que hacía tan poco había quedado al descubierto. Cerró los ojos de placer, se mordió el labio tan fuerte que se hizo sangre. Sabía increíblemente dulce.

Abrió los ojos de repente. Estaba sola en la cama, sudando y no había rastro de ella por ninguna parte, ni siquiera sus labios seguían dibujados sobre su pecho. A su derecha en la mesilla, la luz del móvil le avisaba de que tenía un mensaje: 


“¡Feliz aniversario, cielo! 
Despierta o llegarás tarde. 
Te quiero. 

Ángel. 

PD: Siento haberte despertado.”


Con mucho pesar se levantó de la cama y se miró al espejo. Tenía la cara bañada en lágrimas y sangre en los labios.


Ewinor

5.3.14

Cosas de palacio

Sentada desde su trono sonreía en penuria. Le venían a la mente imágenes de recuerdos rotos, noches oscuras teñidas por la luz de la Luna y la devoción de aquel campesino con el que tantas veces compartió su alcoba. La frescura y la sencillez con la que él endulzaba sus días más amargos.

Suspiró. Ese muchacho quiso mostrarle tantas cosas… voló tan rápido con ella que lo único que consiguió fue aumentar su miedo a las alturas. Cada día que pasaba, el lazo que mantenía sus manos unidas se deshacía un poco más, hasta que al final la princesa acabó por caer de la nube donde habían construido su castillo.

<< Las cosas de palacio van despacio
Que aunque más bonito que el ladrillo, 
el castillo de la nube no era más que una ilusión. 
Tú eras salvaje como la hiedra,
 y yo dócil como una flor. 
Que aunque tú me querías, 
lo mío no era amor.

Al fin y al cabo llevo vida de princesa y tú…

 mereces algo mejor. >> 


Ewinor

9.1.14

El juego caprichoso

Desde el tejado de su casa contemplaba la caída del Sol, como cada atardecer, y observaba uno a uno los silencios que éste tarda en despedirse. A menudo se preguntaba por qué la Luna era tan cruel, por qué ya no mostraba interés por él.

Lo cierto es que se le hacía complicado comprender eso de las relaciones. Se le hacía complicado, o quizás tan siquiera quería perder tiempo en entenderlo. Por eso se sentaba en lo más alto a esperar que algún día la gran estrella luchase por sobrevivir un poco más. O mejor dicho, alguna tarde; cuando llega el ocaso a nuestras ventanas y nosotros nos vamos a dormir sin darnos cuenta de que todo a nuestro alrededor gira en torno a este caprichoso juego. 

Le oye, le ve cada día sonreír, y por las noches comparte sus lágrimas invisibles ante los demás.

—No quiero irme –diría, si pudiera articular palabra-. No quiero irme...

Todo el mundo está tan distraído que nadie se da cuenta de la verdad. Agachan la cabeza y miran hacia otro lado, pensando que mañana todo será mejor, que algún día podrán sonreír igual que sonríe el Sol todas las mañanas, cuando su lucha se ve vencida y sale victorioso de la oscuridad, de las tinieblas. 

Ella ya no cuenta los segundos, sino los silencios que nadie dice, esos que nadie llora, esperando que en algún momento todo cambie. Un solo acto podría llevarla allí donde se esconde la Luna, o dejarla caer desde las estrellas. Una caída de años luz, mientras espera que llegue el momento de tocar suelo y que se abran sus alas para poder volar y olvidarse de todo. Escapar hacia la nada, hacia un lugar donde no se sienta ni se sufra, sino que se viva sin importar nada más. Puede que quizás haya perdido esa luz que le iluminaba, que le hacía ser especial y que tanta fuerza y esperanzas le transmitía.

Imagina por un solo momento que el Sol eres tú y podrás empezar a entenderla, a entender un poco más cada rastro de las cicatrices que recorren su cuerpo... Aun cuando lo hagas seguirás sin poder hablar de ella y su historia, pues las peores cicatrices no son las que se ven...

sino las que se llevan en el alma.

Ewinor