7.11.19

Relatividad

Quizá exagere cuando diga que el mundo me parece un lugar habitado por millones de exagerados. Quizá peque de sincera, o quizá me sincere y reconozca que el pecado me divierte. Quizá mi destino sea creer en la casualidad, o puede que el azar me hiciese creer en el destino. Puede que esté enamorada de la idea del odio o puede que realmente odie la idea de enamorarme. Tal vez algo dentro de mí tenga miedo a ser valiente, o quizá sea ese mismo miedo que siento el que me da el valor que mis lágrimas no tienen.

A veces siento que no siento nada y me da por pensar que tal vez sea una persona poco cuerda, pero con mil cuerdas que me atan a mis demonios que aunque quizá no entiendas, sacan lo mejor de mí.

Puede que tanta honestidad me lleve algún día a admitir mis mentiras, pero ¿mentiría si admito no ser honesta? Todo es relativo y mi  teoría de la relatividad tiene fugas. Así que por qué no fugarnos a ningún lugar y darle luz. Las situaciones complicadas no son las más difíciles, si no ¿cómo explicar que sean las cosas sencillas las que no entendemos? A veces desearía no desearte tanto. Miedo a no tener miedo. Siento que no siento nada, que soy hielo que abrasa la piel de otros. 



Si el silencio mata… prefiero que te calles.


Esther

29.8.19

Azul

De pronto el reloj parece pararse y el azul de sus ojos me congela en ese amanecer. El horizonte de la suerte sale por la ventana y la noche se esconde bajo su piel.

De su mano he visto cómo el mar ahogaba de una forma bonita la arena.

Su pelo se enreda entre mis manos al igual que se ahoga mi boca en suspiros de miel. Sus manos aprietan las mías y mis brazos lo acogen sin temer.

De su mano he visto la parte de la luna que ella nos oculta.

El humo de su cigarro se disipa en el aire mientras me pierdo en él. En él, que me hace sentir de nuevo las risas que se perdieron en el carrusel.

De su mano mis demonios por fin se calman.

Sus labios me sonríen cuando estoy muy cerca y el nudo en mi garganta casi me hace desvanecer. Entiendo entonces lo falso que fue pensar que antes sabía querer.

De su mano, el dolor duele menos.

Nunca antes había escuchado al mundo así romperse, ni una mirada brillar tanto como aquella que tiene cuando aparta mi pelo y logra besarme la frente. Y otra vez.

De su mano el caos se vuelve quietud.

Y otra vez. Y otra vez. Bajo su sonrisa me protejo y puedo, por fin, dejarme caer. Porque al borde del precipicio aprendí lo que significa querer.


De su mano el mundo me parece una canica y juego con él.

Esther