2.12.18

El ancla

Deja que la muchedumbre haga ruido, 
deja que las alarmas suenen. 
Ya no importa, porque tú eliminas todo el ruido.

Deja que los días sean oscuros, 
déjame llorar bajo mis sábanas. 
Ya no importa, porque tú iluminas la oscuridad.

Eres la luz que me ciega, el ancla que he atado a mi cerebro y corazón.
Porque cuando siento que estoy perdida en medio del océano, 
eres la melodía que repito una y otra vez. 

Deja que el fuego prenda llama,
déjame quemar todos mis recuerdos. 
Ya no importa, porque tú curas mi miedo.

Deja que los años pasen, 
deja que el tiempo avance rápido. 
Ya no importa, porque tú paras el tiempo.


Esther

12.11.18

Cada día duermo más

Últimamente me repiten mucho que me paso el día en la cama, y no es por gusto, no es capricho. Es que cada día duermo más y sueño menos. Supongo que es un mecanismo de defensa que me permite no pensar más de la cuenta.

Siento que tengo las rodillas ensangrentadas de gritar en el suelo. Ya no me quedan uñas para arañar, ni dientes para morder. No me queda voz para gritar. Y mis lágrimas se secan ¡y yo quiero llorar! Necesito llorar

Tengo miedo porque estoy rota y, siendo sinceros, nadie quiere una muñeca rota. Yo sola me dejé romper... me han matado. He de vivir con cicatrices tatuadas, cicatrices que no sanan. Cicatrices que se ven, y otras que se sienten. Cada segundo que estoy sola, pienso. Y si pienso... los recuerdos hacen eco en mi cabeza y el miedo me invade. Cada día nuevas imágenes pasan ante mis ojos, imágenes que había olvidado, momentos en los que una sola frase me podía convertir en el ser más pequeño del planeta. Y gritos, llanto y... soledad. Vacío. 

Quizá una muñeca solo puede ver la realidad cuando ya está rota del todo. A pecho descubierto, a brazo partido, a ojos ciegos... con el corazón en la mano. 

Rota en pedacitos, así me siento.


Esther