En este mundo sin brújula, donde los mapas se deshacen entre las manos, aprendemos a caminar sobre preguntas. El caos no es solo ruido: es el silencio demasiado denso de todo lo que podría ser y nunca fue. Y sin embargo…
Ahí reside el acto más íntimo de rebeldía:
Plantar un gesto de sentido en tierra baldía.
Mirar al abismo y nombrarlo "espejo".
Sentir el peso del tiempo y, en lugar de huir,
esculpir con él una figura que se parezca a la verdad.
La vulnerabilidad no es nuestra condena, sino el único material indestructible que poseemos. Ser frágil es tener la piel lo suficientemente fina para sentir el roce del misterio. Por eso, cada herida es también una grieta por donde se cuela una luz antigua, testaruda, que nadie pidió pero que insiste en recordarnos:
"Estar roto no es estar derrotado.
Es estar abierto."
Y en ese estar abiertos (desgarrados, sí, pero vivos) descubrimos que hasta la sombra más negra es prueba de que, en algún lugar, arde un fuego. No importa si es pequeño: su mera existencia es un desafío tallado en la oscuridad. Un "aquí estoy" escrito con tinta de resistencia.
Por eso escribo.
No para que me escuchen,
sino porque en el acto de trazar estas letras,
algo en el universo se estremece y reconoce:
"Existo".
"Escribo no para ser leída,
sino para que las palabras
me recuerden que existo."
Esther
No hay comentarios:
Publicar un comentario