14.3.16

Rosas

Los días rieron, con esa sencillez que llena una mirada.

Esos días que discurren entre el decir y el callar, más sus pasos, que no se oían;

ella temblaba frente al tiempo y él... él nada sabía. Buscaba encontrar una sola razón para seguir amando la vida.

De él, tantas cosas, que todas resumían una única razón: quererle, hacer latir su corazón. De ese modo en que no se alcanza, sino pasiónun instante nada más y despertar juntos entre sábanas y sudor.

La apagada tristeza la llamaba por su nombre. Un nuevo amanecer herido de esperanzas rompía su vida, imponiendo un silencio aterrador.

Son adioses, que tras el camino, se traducen en huida y ausencia, en silencios que culminan en dolor, en labios mudos que, por miedo, no permiten salir su voz

Dolía cada instante. Él supuso poco. Sentía que se alejaban poco a poco su perfume y su color, como una nube que oculta los rayos de sol, y el lento latido de su cuerpo frágil se agotó.


Aquí, junto a su pluma duerme su corazón. Con pudor él lo sostiene, y en la otra mano una flor; la misma que hace tiempo le negó. Demasiado tarde quiso demostrarle su amor.


Rosas de dolor, que poco a poco el tiempo marchitó.

Esther

No hay comentarios: