9.7.15

Vanidad Narcisista

Quedé sumido en el más absoluto silencio. Me provocaría náuseas seguir sintiendo la sangre fluir por mis venas. Pero existo. Hace ya unas semanas que desfallecí a causa de una inagotable aflicción. No me sentí capaz de asir con las garras mi vanidad y continuar mi camino. ¡Ni pensarlo!

Me apoyé sobre la pared del rincón más lúgubre de mi habitación y no quise permitir que mi cuerpo se desplomase, precipitándose contra el suelo. Arañé la pintura con las uñas hasta que los dedos me sangraron.

¿Silencio? No existe. No existe esa paz que tanto tiempo llevo buscando, que maltrata a mi ego y me convierte en amante de la oscuridad. Escucho un cristal romperse. Las horas, los minutos, los segundos… Se repiten sin fin dentro y fuera de mi cabeza. Hace ya mucho que le declaré la guerra al  reloj; se reía de mí cada vez que lo miraba. 

Renuncio a esa angustia que me produce desafiar al deseo. ¡Sentir! Fui programado para debilitar mis emociones y perdí la noción de mi geometría emocional.


Mi razón de existir se reduce únicamente a razonamientos lógicos. Soy y existo, existo y soy, o eso creo. Si lo real es lo que veo, solo soy un cuerpo escultural frente al espejo, al que llamaron Hugo. Un vertebrado que camina luchando, sin saberlo, contra el vértigo. Lúcido, adormecido el sonido del agua sobre mi piel acalla las voces que retumban en mi cabeza y merma mis pensamientos, reduciéndolos a suaves susurros con la boca. 


Cierro los ojos. 

Hace mucho tiempo que no he mirado el reloj.


Ewinor

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