El perfume alocado del deseo se
confundía con el olor a tabaco que surgía de su piel desnuda, su boca exhalaba una neblina constante,
trepando la carne de mis labios para descansar un instante en el ínfimo espacio
que separaba el roce de nuestras lenguas. Aspiraba lentamente la nicotina
alojada en sus pulmones mientras notaba el sabor de su saliva en mi paladar.
Con la última calada maquillaba mi rostro antes de fundirnos de nuevo en el
goce de la carne. Se empapaba mi piel resbalando gozosa sobre el sudor que
emanaba del ardor de su cuerpo. Rendidos y satisfechos, compartíamos de nuevo
cigarros, besos y caricias hasta quedar colmados de placeres. Abrazados, nos
entregábamos al sueño reponedor, envueltos por la fragancia embriagadora del
sexo y la nicotina...
... Medio sumida en un sueño repetitivo
escribo estas líneas, parte de mi terapia para combatir la adicción. No puedo evitar que mi olfato
se inunde de un perfume especialmente conocido.
"¿Qué me dices, compartimos un cigarrillo?"
Esther
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