Mejor no abras los ojos, nada de
lo que veas va a ser real. No creas lo que ves a través de ellos, todo es
falso, todo está mecanizado, manipulado. Las personas no existen, tan solo son
fotocopias que se mueven de un lado para otro intentando dar vida a un mundo
muerto.
No escuches, no te creas las
palabras que oyes. No hagas tuyo un “te quiero”, porque nadie siente. En este
mundo que te rodea las cabezas están huecas y los corazones vacíos. Fríos, como
las caricias que erizan tu piel. Tan solo son manos de acero jugando entre tus
piernas a ser Dios, y tú no crees en él.
No te enamores de ese perfume que
te agita la sangre, pues es más artificial que el sabor del beso que se da por
rutina.
A qué aferrarse entonces, te
preguntarás. ¿En qué o quién puedo
confiar?
Quiere y cree lo imperfecto, los
impulsos y la locura. Cree en lo natural y en lo atípico. Cree en quien te
demuestre los “te quieros” y no al
que te los susurre bajito al oído. Quiere a quien sea capaz de tatuar tu nombre
a fuego en su pecho, y sobre todo y ante todo, ama a quien consiga hacerte reír
aun estando enfadado.
Esther
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