Agosto gris, corazón helado,
callado, mudo. No conoce latido porque tú se lo robaste. Te fuiste, le
abandonaste sumiendo en la más profunda oscuridad sus ilusiones, sus fuerzas y
esperanzas, inutilizando su capacidad de soñar, de volar lejos… Quién sabe,
quizá fue el perverso tiempo lo que lo dejó huérfano de esperanza, desnudo y
solo ante el peligro. Sin manos que lo sostuvieran ni ojos que lo contemplaran.
Sin sonrisas que lo reconfortasen.
El calor huyó, veloz, dejando
tras de sí un frío seco que petrificó las emociones e ilusiones de una
soñadora. Efímero, fugaz, pasajero como el paso del tiempo que maltrató mis
sonrisas hasta convertirlas en llanto y manipuló al cariño hasta tornarlo
rencor.
Dicen que soy porcelana, pálida,
suave y frágil; hecha añicos por la indiferencia de unas palabras lejanas. Los
pedazos en los que se quebró esta muñeca torturaron mis pasos, mi pasado,
presente y futuro. Muñeca incapaz de coser los harapos en que se ha convertido
su vestido, que ella misma ha destrozado, fruto de la rabia contenida en sus
lágrimas. Sin fuerza suficiente para cerrar las heridas de una guerra que no
acaba, una guerra que no halló ganador y me proclamó como perdedora.
Pero esta muñeca sabe perder, y
aprenderá a coser. Cogerá su aguja y los latidos volverán a emerger desde su
alma.
No se trataba de nuevas promesas
por cumplir, ni de falsos susurros al
oído, sino del propio corazón que luchaba por salir a ver la luz del
sol, que gritaba desesperado por volver a sentirse dueño de sí mismo. Ese mismo
día se encontró y para no perderse decidió tatuarse a fuego sobre la piel sus
latidos.
Ewinor
No hay comentarios:
Publicar un comentario