Sentada desde su trono sonreía en
penuria. Le venían a la mente imágenes de recuerdos rotos, noches oscuras teñidas
por la luz de la Luna y la devoción de aquel campesino con el que tantas veces
compartió su alcoba. La frescura y la sencillez con la que él endulzaba sus
días más amargos.
Suspiró. Ese muchacho quiso mostrarle
tantas cosas… voló tan rápido con ella que lo único que consiguió fue aumentar
su miedo a las alturas. Cada día que pasaba, el lazo que mantenía sus manos
unidas se deshacía un poco más, hasta que al final la princesa acabó por caer
de la nube donde habían construido su castillo.
<< Las cosas de palacio van
despacio.
Que aunque más bonito que el ladrillo,
el castillo de la nube no era
más que una ilusión.
Tú eras salvaje como la hiedra,
y yo dócil como una flor.
Que
aunque tú me querías,
lo mío no era amor.
Al fin y al cabo llevo vida
de princesa y tú…
mereces algo mejor. >>
Ewinor