Como siempre empieza la confusión, las tardes vacías pensando en todo y en nada y lo peor; las dudas.
Que parece que no se van, están por todas partes.
Miles de preguntas atacan mi mente que de por sí ya está cansada. Lo normal es no tener respuestas a esas preguntas. Bueno, soy diferente, siempre lo he sido. Yo tengo muchas respuestas, cientos, incluso miles, ¿pero cuál es la correcta? ¿cómo sé que no me voy a equivocar? ¿de quién me puedo fiar y de quién no?
Nada es seguro y quien no arriesga no gana, pero tampoco pierde.
Igualmente voy a desconfiar de todo. No porque quiera, sino porque es lo más seguro para no hacerme daño a mí misma y porque tengo miedo. Miedo a depender de otra persona. ¿Y si me falla luego? No gracias, ya me han clavado muchos puñales y la herida se cura, por supuesto. Pero la cicatriz y el recuerdo permanecen imborrables en mente y corazón.
Nadie va a responder a esas preguntas por mí, porque nadie me conoce lo suficiente, ni yo misma.
Solo me queda echarlo a suertes y que sea lo que el destino quiera.
Atte://Ewinor